
Vale decir que impactó seriamente, al menos en seguidores de la saga, la designación del rubincho Daniel Craig como sexta encarnación (no contemos al David Niven de Casino Royale y demás alter egos) del agente secreto más famoso con licencia para matar.
El tipo parece que superó una elección reñida entre más de doscientos aspirantes a decir una de las frases más famosas del cine: Bond, James Bond.
Ahora, ¿como lo ven en carisma, en onda para ponerse el smoking, pedir martinis y jugar al poker?. Hmmm...
Debo decir que el actor me agrada. Alguna aparición interesante como el nefasto Connor, hijo de John Rooney (Paul Newman) en Camino a Perdición (Road to Perdition, Sam Mendes, 2002) y roles varaidos lo confirmaron, a lo largo de los años, como uno de esos artistas a tener en cuenta en papeles de reparto. Claro, que de ahí a interpretar a un prócer de la historia del cine de acción, hay un trecho.
No obstante, analizando la evolución del asunto Bond, sobre todo desde la óptica de los derechos del personaje y las novelas, se puede encontrar una explicación. El clan Bróccoli, hoy con la heredera Bárbara a la cabeza, ha demostrado ser absolutamente celoso de la condición de derechos mencionada y, lejos de redundar en películas buenas, terminó siendo un capricho o demostración de poder. ¿Recuerdan cuando, hace poco, Tarantino osó mencionar que le gustaría filmar una Bond? Obvio, iba a ser con sus reglas. Un Bond según Quentin. Una masa. Pregúntenle la opinión a Barbara.
Por eso, mejor un actor ignoto al que se pueda manejar fácilmente. No importa que vuelva a pasar lo que con Timothy Dalton. Y de paso, lo pusieron a Martin Campbell a dirigir (ya hizo GoldenEye, la primera con Brosnan). Cuando vean lo que perpetró con la flamante "La leyenda del Zorro", confirmarán que el asunto es preocupante.
En fin, una hipótesis.