“Hay tres temas que venden diarios: sexo, violencia y… Superman”, le dice un muy convincente Perry White (encarnado de taquito por Frank Langela) a Lois Lane en un momento de Superman Returns. No demasiado de los dos primeros, pero sí altas dosis del tercer componente hay en la nueva película del hombre de acero; esto es, en Superman Returns hay mucho, mucho de Superman.
En dos líneas que corren paralelas, se puede comenzar a desarrollar un comentario del film. La primera, visceral y para los que tenemos treinta y tantos, comienza en el mismo momento en que aparece en pantalla la clásica secuencia de títulos similar a las dos primeras películas (Superman I y II de Richard Donner y Richard Lester, respectivamente) con la clásica música de John Williams. Imposible no emocionarse y hasta contener un lagrimón para quienes pasaron por el cine a ver esas aventuras en la década del setenta.
A partir de ahí, y haciendo esta salvedad, puede comenzar el análisis crítico del film. Lo primero que hay que señalar es que Superman Returns es deudora y admiradora de esas dos primeras incursiones cinematográficas, donde el malogrado Christopher Reeve portaba la capa roja. No solo en estética, referencia y perfil de los personajes, sino en que, argumentalmente, utiliza lo ya visto, lo ya sabido, para disparar (y estructurar) el relato.

La película de Bryan Singer es, ante todo, una gran demostración de amor por el personaje. Pero no es una película acerca del héroe del cómic sino del perfil de ese héroe que las dos películas anteriores decidieron llevar al cine. Por supuesto, con su inmenso talento, el director se aprovecha de esa plataforma para ir delineando un producto con identidad propia. Singer le da su “toque” logrando una humanización increíble del personaje. Y lo más interesante es que lo logra por contraposición de elementos. Ese Superman de comienzo del film, ese que regresa a la tierra luego de una búsqueda atormentada de su identidad alienígena, ese que es tratado por su archienemigo Luthor como un extraterrestre despreciable, como un dios egoísta, vuelve para descubrirse hombre en dos aspectos centrales: cometió errores y es responsable de uno de los actos más importantes del género humano, sellando su relación con la tierra para siempre.
El film posee la misma estructura y cadencia narrativa que sus predecesoras, por lo que puede resultar algo lento en cuanto al desarrollo de la acción para una película de aventuras. Lo cierto es que, el director, aprovecha esos momentos de letargo para lograr una intensa identificación con el personaje, concediendo tres escenas fuertes de acción bien dosificadas en el conjunto de la producción. Para el final queda la referencia al 11 de septiembre de 2001 que, al igual que la secuencia del tren del Spiderman 2 de Raimi, quedará como uno de los momentos más conmovedores y mejor logrados en la historia del cine de superhéroes, si se permite, a esta altura, la clasificación genérica.
Con respecto a las actuaciones, todas son perfectas, ajustadas. Brandon Routh no deja dudas que fue, es y será siempre Superman. Y Kevin Spacey se apropia del Lex Luthor de Gene Hackman para llevarlo un paso más allá en oscuridad. A Kate Bosworth le tocó bailar con la más fea, porque el personaje de Lois Lane es, de por sí, muy complejo de llevar adelante, sobre todo por la cantidad de facetas por las que ha atravesado en el cómic y en las series de TV. Habrá que tenerle paciencia para que despegue con algo más de personalidad en la próxima entrega del film.
A la luz del resultado obtenido por Singer en la dupla X-Men I y II, es de esperar que esta excelente primera incursión sea el comienzo de una saga que brille cada vez más mientras avancen los sucesivos capítulos.