domingo, febrero 15, 2009

Films, films, films

Valquyrie, Slumdog Millionaire, Milk

Por esas cosas de la altura del año, la acumulación de estrenos comerciales que se reflejan en grandes películas es abrumadora. Se puede pecar de excesivo entusiasmo, pero no recuerdo dos semanas tan cinematográficamente perfectas donde, día tras día, pudiese salir del cine, de las funciones de prensa, tan contento.
Como para pensar en términos de fecha de estrenos en Argentina, vale repasar tres de las películas que llegaron a sala el jueves pasado.
Slumdog Millionaire es una demostración más de la capacidad de Danny Boyle (Trainspotting, 28 days later) de abordar géneros diversos con estilo propio, y demostrar gran valor narrativo. Por el tema en cuestión, es una de esas producciones que generan urticaria en gran parte de la crítica especializada (por lo menos en el ámbito vernáculo) y que gusta mucho al público en general. El punto es encontrar, o tratar de buscar, el término medio y más equilibrado. Por un lado, la historia del joven que gana el concurso ¿Quién quiere ser millonario? en su versión india y que, a partir de sus respuestas en ese camino, repasa su vida de miseria en uno de los barrios más careciente de Bombay, probablemente no sea la obra maestra que muchos piensan. Es, sí, una muy buena película con infinidad de recursos cinematográficos bien utilizados (como el registro compositivo del collage de colores por las calles que transitan los protagonistas) y un amor por los personajes impresionante. Boyle logra reflejar escenas de profunda marginalidad y violencia lejos de la afectación, acentuando en ese marco la situación de lucha, interna y externa, de su protagonista. Nunca pierde el timing de la narración. El relato es una sucesión de escenas (pequeños cuentos) hilvanados con precisión de relojero. Y esto es lo que la emparenta (además de las nominaciones al Oscar y el hecho que ambas sean candidatas) con The Curious Case of Benjamin Button: en ambas hay directores con un estilo muy marcado que logran sumar el marcado rigor estético como un claro elemento narrativo. También en ambas hay un reconocimiento y aprovechamiento del relato corto clásico.
Otro de los estrenos de la semana pasada fue Milk, el abordaje de Gus Vant Sant en forma de biopic de Harvey Milk, el primer activista gay que alcanzó un cargo público en la historia de los Estados Unidos. Y acá las cosas se ponen más interesantes. Van Sant, luego de recorrer con grandes películas de tono independiente y cuasi minimalistas algunas de las cuestiones más oscuras de los adolescentes y jóvenes del nuevo siglo, demuestra que, con un gran presupuesto, también marca camino. Con la patente de ser el hombre que intentó (y logró en más de un aspecto con su exégesis a Psycho) rodar lo imposible, realiza un film en el que exprime todo recurso narrativo posible, como si fuese una gran clase de cine clásico con influencias de la década del setenta. Su notable trabajo en dirección de actores se corona con un Sean Penn estupendo y un reparto que (como se observará al final del film) cuenta con uno de los trabajos de casting y “profiles” mejor realizados en mucho tiempo. Por decir algo, la pulcritud y el homenaje hitchcockiano en la escena del asesinato a Milk es un momento de alta intensidad cinematográfica. Éste film si es una joya.
Milk


Para finalizar, otra producción que llegó a cines locales fue Valkyrie (Operación Valquiria) la versión según Bryan Singer (The Usual Suspects) del último y más notorio atentado para matar a Hitler.
Este es un film muy interesante para analizar, precisamente por como funcionan correctamente todos aquellos resortes que parecían destinados a fallar. Por un lado, el idioma: realizar una película donde los personajes deben ser alemanes con actores, en su mayoría, británicos y hablada en inglés no ofrecía muchas garantías. Singer resuelve esto de manera sencilla los primeros dos minutos de proyección, apelando al mismo recurso que utilizó McTiernan con 13 guerreros; el idioma muta y se convierta en la forma de expresión del film en sí, sin importar en este caso la lengua en que esté hablado. Por otra parte, la excelente dirección actoral de Singer consolida un trabajo que logra compenetrar al espectador en una película de guerra con soldados alemanes, sin dudar un solo momento de ello.
Un párrafo aparte merece la cuestión Tom Cruise. El actor es el protagonista exclusivo en esta historia, ya que toda la operación del atentado tiene como eje al coronel Claus von Stauffenberg, el personaje que interpreta. La solvencia del actor para encarnar un personaje que crece en oscuridad a lo largo de las dos horas del film es muy interesante. Sin llegar a los niveles de profundidad y registro logrados en Eyes wide shut de Kubrik, el perfil de personaje, en la carrera de Cruise, se puede decir que es similar, que representa el mismo desafío profesional.
En síntesis, sin ahondar en diferentes capas de lectura, Singer entrega un film bélico a la vieja usanza, un Doce del Patíbulo sumamente estilizado (una gran marca del director) y con un logro fundamental: más allá de conocer el final de la historia, el director genera una tensión y un suspenso con gran pulso narrativo. Como se escuchó decir luego de la proyección, en los pasillos de la sala: “por momentos pensé que el atentado y el golpe de estado iban a tener éxito”
Cruise

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