El Aura
El cine extra sensorial
¿Qué elementos definen un clásico? Difícil ponerse de acuerdo. Para algunos es aquella obra, demostración artística, que por su solidez expresiva perdura en el tiempo, se instala en una suerte de inconsciente colectivo y se constituye como icono, concepto influyente de otras obras y, como no, otras formas expresivas.
Fabián Bielinsky es un cineasta clásico. Lo es por su método para contar historias. Pero también por lo que esas mismas historias generan a la gran “historia” que es el cine argentino. Nueve Reinas, su primer largometraje, marcó un antes y un después. Demostró (o como dicen en el barrio: le pintó la cara a más de uno) que era eso que sonaba a cuenta impaga en el cine local. Eso que todos sentían y pocos podían expresar.
Tan comentada, alabada y elocuente fue Nueve Reinas que, naturalmente, la carga sobre los hombros del director respecto de su segunda película se fue tornando pesada. No se sabe si Bielinsky vivió esto con angustia, lo cierto es que como primera medida se tomó un tiempo prudencial antes de volver a dirigir. Como segundo paso, y aún más significativo, optó por el riesgo de cambiar de rumbo. Apeló a una vieja historia que tenía archivada desde hacía más de veinte años, la reformuló y comenzó un nuevo camino. Es bastante conocido el valor de la reescritura, lo que la segunda mirada otorga sobre la idea original en función del crecimiento artístico de lo que se quiere contar.
El Aura es, en principio, un riesgo, un camino opuesto al exitoso primer paso del director. Si en Nueve Reinas el viaje vertiginoso estaba claro desde el prólogo de la historia, en esta producción pasa lo contrario: un hombre (Ricardo Darín) yace en el piso de un cajero automático mientras la alarma de la máquina aturde desde la banda sonora. Toda la primera parte del film se ocupa, minuciosamente, de describir el mundo de este oscuro personaje y su principal fantasía: el golpe perfecto. En una escena excelente, Bielinsky apela a un recurso que le dio buenos resultados en su anterior película, cuando el personaje de Darín le muestra al de Pauls las distintas formas de estafa en la ciudad. En este caso, el nuevo personaje le enseña a su amigo y colega Sontag (Alejandro Awada) como sería el asalto perfecto a una entidad financiera.
Darín es un taxidermista obsesivo y solitario, con un carácter introspectivo y egoísta y que sufre ataques recurrentes de epilepsia. Un hombre de una existencia gris con una memoria fotográfica prodigiosa, que se dedica con exclusividad a otorgarle vida artificial a esos animales muertos. En todo momento, el personaje es presentado sin nombre, casi sin abanico de sentimientos, como si él mismo fuese la prolongación de ese oficio que cultiva con una precisión sajona. Cuando decide emprender un viaje de cacería al sur con su compañero Sontag, se encontrará con su némesis, con seres tan solitarios como él y se verá inmerso en una espiral de acontecimientos que lo van absorbiendo.
Bielinsky maneja magistralmente los tiempos narrativos y articula sobre la estructura del policial negro un juego de complots, existencias angustiadas y dobles personalidades. Como explica el taxidermista/Darín, el aura es un espacio extra sensorial que se abre en los momentos previos al ataque de epilepsia, un portal hacia el éxtasis que preludia el desmayo. Y el director utiliza estos momentos en el film como marca de la transformación del protagonista, como la entrada a un mundo de engaños donde su lógica lapidaria no funciona.
Toda la composición fotográfica del film trabaja sobre los colores fríos y logra una sensación de opresión a lo largo de la historia. El uso del travelling y el plano secuencia en los momentos exactos se articulan perfectamente con la mirada del personaje. Como esa sublime escena en la que Darín contempla el frustrado asalto a una fábrica en el sur, donde el uso de la banda sonora se conjuga con la mirada itinerante del protagonista.
El milimétrico guión se sustenta en una soberbia (ya casi común) actuación de Ricardo Darín que logra inquietar durante todo el film y que posee un exacto contrapunto en roles secundarios: una Dolores Fonzi sufrida, un Pablo Cedrón siniestro, un Alejandro Awada perdido o un perro siberiano de aspecto desolador.
Para el registro vale mencionar que Bielinsky también se da el gusto de homenajear, aunque sea desde la mención, a “El tercer hombre”, ese icono del cine negro del director Carol Reed.
Es para discutir y seguramente será difícil ponerse de acuerdo, pero El Aura posee ya, en su corta vida pública, un agradable viento de clásico.
Director: FABIAN BIELINSKY
Guión: FABIAN BIELINSKY
Co-Productores: PATAGONIK FILM GROUP-TORNASOL FILMS-DAVIS FILMS PRODUCTIONS
Taxidermista: Ricardo Darín
Diana: Dolores Fonzi
Sontag: Alejandro Awada
Sosa: Pablo Cedrón
Urien: Jorge D’Elia
Dietrich: Manuel Rodal
Vega: Rafael Castejón
Montero: Walter Reyno
Julio: Nahuel Perez Biscayart
¿Qué elementos definen un clásico? Difícil ponerse de acuerdo. Para algunos es aquella obra, demostración artística, que por su solidez expresiva perdura en el tiempo, se instala en una suerte de inconsciente colectivo y se constituye como icono, concepto influyente de otras obras y, como no, otras formas expresivas.
Fabián Bielinsky es un cineasta clásico. Lo es por su método para contar historias. Pero también por lo que esas mismas historias generan a la gran “historia” que es el cine argentino. Nueve Reinas, su primer largometraje, marcó un antes y un después. Demostró (o como dicen en el barrio: le pintó la cara a más de uno) que era eso que sonaba a cuenta impaga en el cine local. Eso que todos sentían y pocos podían expresar.
Tan comentada, alabada y elocuente fue Nueve Reinas que, naturalmente, la carga sobre los hombros del director respecto de su segunda película se fue tornando pesada. No se sabe si Bielinsky vivió esto con angustia, lo cierto es que como primera medida se tomó un tiempo prudencial antes de volver a dirigir. Como segundo paso, y aún más significativo, optó por el riesgo de cambiar de rumbo. Apeló a una vieja historia que tenía archivada desde hacía más de veinte años, la reformuló y comenzó un nuevo camino. Es bastante conocido el valor de la reescritura, lo que la segunda mirada otorga sobre la idea original en función del crecimiento artístico de lo que se quiere contar.
El Aura es, en principio, un riesgo, un camino opuesto al exitoso primer paso del director. Si en Nueve Reinas el viaje vertiginoso estaba claro desde el prólogo de la historia, en esta producción pasa lo contrario: un hombre (Ricardo Darín) yace en el piso de un cajero automático mientras la alarma de la máquina aturde desde la banda sonora. Toda la primera parte del film se ocupa, minuciosamente, de describir el mundo de este oscuro personaje y su principal fantasía: el golpe perfecto. En una escena excelente, Bielinsky apela a un recurso que le dio buenos resultados en su anterior película, cuando el personaje de Darín le muestra al de Pauls las distintas formas de estafa en la ciudad. En este caso, el nuevo personaje le enseña a su amigo y colega Sontag (Alejandro Awada) como sería el asalto perfecto a una entidad financiera.
Darín es un taxidermista obsesivo y solitario, con un carácter introspectivo y egoísta y que sufre ataques recurrentes de epilepsia. Un hombre de una existencia gris con una memoria fotográfica prodigiosa, que se dedica con exclusividad a otorgarle vida artificial a esos animales muertos. En todo momento, el personaje es presentado sin nombre, casi sin abanico de sentimientos, como si él mismo fuese la prolongación de ese oficio que cultiva con una precisión sajona. Cuando decide emprender un viaje de cacería al sur con su compañero Sontag, se encontrará con su némesis, con seres tan solitarios como él y se verá inmerso en una espiral de acontecimientos que lo van absorbiendo.
Bielinsky maneja magistralmente los tiempos narrativos y articula sobre la estructura del policial negro un juego de complots, existencias angustiadas y dobles personalidades. Como explica el taxidermista/Darín, el aura es un espacio extra sensorial que se abre en los momentos previos al ataque de epilepsia, un portal hacia el éxtasis que preludia el desmayo. Y el director utiliza estos momentos en el film como marca de la transformación del protagonista, como la entrada a un mundo de engaños donde su lógica lapidaria no funciona.
Toda la composición fotográfica del film trabaja sobre los colores fríos y logra una sensación de opresión a lo largo de la historia. El uso del travelling y el plano secuencia en los momentos exactos se articulan perfectamente con la mirada del personaje. Como esa sublime escena en la que Darín contempla el frustrado asalto a una fábrica en el sur, donde el uso de la banda sonora se conjuga con la mirada itinerante del protagonista.
El milimétrico guión se sustenta en una soberbia (ya casi común) actuación de Ricardo Darín que logra inquietar durante todo el film y que posee un exacto contrapunto en roles secundarios: una Dolores Fonzi sufrida, un Pablo Cedrón siniestro, un Alejandro Awada perdido o un perro siberiano de aspecto desolador.
Para el registro vale mencionar que Bielinsky también se da el gusto de homenajear, aunque sea desde la mención, a “El tercer hombre”, ese icono del cine negro del director Carol Reed.
Es para discutir y seguramente será difícil ponerse de acuerdo, pero El Aura posee ya, en su corta vida pública, un agradable viento de clásico.
Director: FABIAN BIELINSKY
Guión: FABIAN BIELINSKY
Co-Productores: PATAGONIK FILM GROUP-TORNASOL FILMS-DAVIS FILMS PRODUCTIONS
Taxidermista: Ricardo Darín
Diana: Dolores Fonzi
Sontag: Alejandro Awada
Sosa: Pablo Cedrón
Urien: Jorge D’Elia
Dietrich: Manuel Rodal
Vega: Rafael Castejón
Montero: Walter Reyno
Julio: Nahuel Perez Biscayart
1 Comentarios:
la verdad... que película de mierda, me senti un pelotudo cuando la vi... me encargue de re-leer la revista el amante sobre su opinión a esta pelicula y la pintaban como expectacular... a mí me parecio una cagada desde que muere el viejo (que no es más que un fantasma en toooda la pelicula)
y la verdad... que ni dio!!! la fotografía es horrible!!! hay un par de planos donde el chico se moría por el disparo y darín enceutnra la llave y hay un poste de luz en primer plano en esa toma... un insulto eso!
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