Comments y Código
Los comments de estos últimos días a algunos posts de este blog merecen una somera reflexión.
En algunos casos, se reconoce la pluma y firma de los colegas que dejan su más que valiosa mirada del asunto cine por estos lares. En otros, se puede observar un perfil del escriba en cuestión siguiendo el camino virtual que marca la llegada a su propio blog. Lo cierto es que, en cualquiera de los dos casos y en cualquier medida, este espacio no solo valora, sino que recomienda la mirada distinta, la crítica directa a las opiniones publicadas en dichos posts. Gran parte de esta perorata referida al asunto Misión Imposible 3. Como se explicó en el post del 16 de febrero, hay un camino de valoraciones de determinados aspectos del lenguaje cinematográfico para llegar a esos números. Lo cierto es que, como siempre, por más sustentable que sea, es una opinión y es arbitraria. Lo cierto es que sí, puede (y debe) pecar de un entusiasmo con alta subjetividad. Y lo cierto es que, es imprescindible para equilibrar y lograr una mejor transmisión del mensaje, la mirada del otro.
Respecto del Código Da Vinci, este espacio decide que es mucho lo que se ha hablado en estos últimos días y, recargar el asunto con más palabras autorizadas no viene al caso. Eso sí, puede ser bueno compartir una reflexión ajena, llegada vía mail:
Contemplando la indignación de la Conferencia Episcopal sobre el próximo estreno de la película El código Da Vinci considero, con todo respeto, que sus respuestas a la situación merecen ser reconsideradas.
Si una película de ficción o una mala novela pueden hacer tambalear la fe de los católicos, la misión de evangelización debe tomar otros rumbos. Creo que el libro y la película son grandes oportunidades para reflexionar sobre la fragilidad de la tarea evangelizadora tal como es asumida actualmente.
Biblia: Una de las misiones de la iglesia es el magisterio de la enseñanza, sin embargo esta tarea ha sido realizada sin los menores criterios de actualización y empleando la Escritura para justificar principios y no para educar la fe de las personas. No se ha dado suficiente prioridad a la lectura de la Biblia para que los fieles por sí mismos reconozcan el tipo de verdad que encierran, prefiriéndose aproximaciones de lectura menos críticas y más ingenuas. En particular creo que enseñar a discernir qué se lee y cómo se lee es una gran tarea. En el campo de la Biblia este es un quehacer realmente difícil. Pero es imprescindible que se asuma la divulgación de una lectura de la Biblia donde se empleen los métodos críticos y desde allí diferenciar el significado de lo histórico, lo anecdótico, lo mítico. Católicos bien adiestrados en lecturas críticas de la Biblia van a saber diferenciar un escrito del Nuevo Testamento de otra literatura de naturaleza piadosa o sectaria de siglos posteriores.
Teología fundamental: Los “secretos” que plantea El Código Da Vinci no deben ser vistos como amenazas a las iglesias cristianas, más bien son temas pendientes que la agenda de la evangelización debe revisar:
La sexualidad de Jesús debe entrar a formar parte de la reflexión cristológica. Con una visión realista y abierta a las inquietudes contemporáneas debemos entender de otro modo qué quiere decir hoy que Jesús fue probado en todo igual que nosotros menos en el pecado (Heb 4,15). No hace falta ser enemigo de la iglesia para reconocer que la evangelización de la sexualidad no es uno de los aciertos del magisterio.
La mujer sí fue postergada y sigue postergada en sus funciones en la iglesia. María fue una discípula apóstol con un encargo único y a la que la iglesia no correspondió con un ministerio a sus seguidoras (Jn 20,18: Vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y Padre de ustedes, a mi Dios y Dios de ustedes). El rechazo y la sospecha de lo femenino es algo tangible en la iglesia y no se necesita a Dan Brown para probarlo.
Eclesiología: Constantino no creó el cristianismo, pero sí le dio forma a la iglesia. Si la iglesia repite características, lenguaje y aún símbolos del imperio romano es por una visón de poder y gloria que Constantino infundió en la iglesia de Cristo que debería parecerse más a la iglesia del Nuevo Testamento que a una organización política.
Me llama la atención la importancia que se le otorga a la obra de Brown llevada al cine, importancia e indignación que no provocaron en su debido tiempo otras películas como Stigmata (1999) y The body (2001) donde Hollywood igualmente sacó a relucir el tema de una conspiración de la jerarquía católica para impedir que algún descubrimiento salga a la luz. Pero, como en el caso de la obra de Brown los conspiradores tienen nombre propio, la reacción parece ser de los que se rasgan las vestiduras. Creo que hay más “indignación” velada por lo que Brown dice del Opus Dei que por la iglesia de Jesucristo. Si el dicho grupo católico aparece en la novela como una secta siniestra con prácticas de obediencia ciega, mortificación de carácter inhumano y fanatismo irracional entonces que la iglesia reflexione si es verdad o no que todavía se gestan en su seno organizaciones interesadas en detentar el poder, nombrar obispos y silenciar voces discordantes. A mí no me ofende si el Opus Dei es retratado con sombras de misterio, ese es el modo cómo han actuado en la iglesia desde sus raíces en el fascismo español. Brown me da la oportunidad para deslindarme de sectores eclesiales donde parecen prevalecer el poder, el dinero y las influencias.
Ojalá que los obispos no caigan en la trampa de confundir ofensas a la iglesia con ficciones inspiradas en el modus operandi de un grupo católico particular que actúa para lograr su propia gloria (ser reconocida jurídicamente como prelatura personal, canonizar a su fundador en tiempo récord, numerosos nombramientos episcopales y en la curia romana, arrogancia y extravagancia en su actuación, secretos y misterios, niveles de pertenencia según la procedencia social) y no la gloria de Cristo
Y si de rasgarse las vestiduras se trata algunos dirán: “Nos preocupa el pueblo pobre y poco educado porque no podrá reconocer en la película qué cosa es verdad y qué cosa es ficción”. Respondo a los ofendidos: ¿Por qué no se preocupan del pueblo pobre y poco educado en otras circunstancias como la injusticia social, la postergación histórica, la marginación y exclusión?
En su larga historia la iglesia ha definido las verdades de la fe motivada por herejías y desviaciones que se suscitaron en el camino. Que la obra de Brown o cualquier otra le permita revisar las nuevas estrategias con que iniciaremos una auténtica nueva evangelización y una reflexión teológica que incluya nuestra comunión con la humanidad.
Hugo Cáceres Guinet, cfc
En algunos casos, se reconoce la pluma y firma de los colegas que dejan su más que valiosa mirada del asunto cine por estos lares. En otros, se puede observar un perfil del escriba en cuestión siguiendo el camino virtual que marca la llegada a su propio blog. Lo cierto es que, en cualquiera de los dos casos y en cualquier medida, este espacio no solo valora, sino que recomienda la mirada distinta, la crítica directa a las opiniones publicadas en dichos posts. Gran parte de esta perorata referida al asunto Misión Imposible 3. Como se explicó en el post del 16 de febrero, hay un camino de valoraciones de determinados aspectos del lenguaje cinematográfico para llegar a esos números. Lo cierto es que, como siempre, por más sustentable que sea, es una opinión y es arbitraria. Lo cierto es que sí, puede (y debe) pecar de un entusiasmo con alta subjetividad. Y lo cierto es que, es imprescindible para equilibrar y lograr una mejor transmisión del mensaje, la mirada del otro.
Respecto del Código Da Vinci, este espacio decide que es mucho lo que se ha hablado en estos últimos días y, recargar el asunto con más palabras autorizadas no viene al caso. Eso sí, puede ser bueno compartir una reflexión ajena, llegada vía mail:
Contemplando la indignación de la Conferencia Episcopal sobre el próximo estreno de la película El código Da Vinci considero, con todo respeto, que sus respuestas a la situación merecen ser reconsideradas.
Si una película de ficción o una mala novela pueden hacer tambalear la fe de los católicos, la misión de evangelización debe tomar otros rumbos. Creo que el libro y la película son grandes oportunidades para reflexionar sobre la fragilidad de la tarea evangelizadora tal como es asumida actualmente.
Biblia: Una de las misiones de la iglesia es el magisterio de la enseñanza, sin embargo esta tarea ha sido realizada sin los menores criterios de actualización y empleando la Escritura para justificar principios y no para educar la fe de las personas. No se ha dado suficiente prioridad a la lectura de la Biblia para que los fieles por sí mismos reconozcan el tipo de verdad que encierran, prefiriéndose aproximaciones de lectura menos críticas y más ingenuas. En particular creo que enseñar a discernir qué se lee y cómo se lee es una gran tarea. En el campo de la Biblia este es un quehacer realmente difícil. Pero es imprescindible que se asuma la divulgación de una lectura de la Biblia donde se empleen los métodos críticos y desde allí diferenciar el significado de lo histórico, lo anecdótico, lo mítico. Católicos bien adiestrados en lecturas críticas de la Biblia van a saber diferenciar un escrito del Nuevo Testamento de otra literatura de naturaleza piadosa o sectaria de siglos posteriores.
Teología fundamental: Los “secretos” que plantea El Código Da Vinci no deben ser vistos como amenazas a las iglesias cristianas, más bien son temas pendientes que la agenda de la evangelización debe revisar:
La sexualidad de Jesús debe entrar a formar parte de la reflexión cristológica. Con una visión realista y abierta a las inquietudes contemporáneas debemos entender de otro modo qué quiere decir hoy que Jesús fue probado en todo igual que nosotros menos en el pecado (Heb 4,15). No hace falta ser enemigo de la iglesia para reconocer que la evangelización de la sexualidad no es uno de los aciertos del magisterio.
La mujer sí fue postergada y sigue postergada en sus funciones en la iglesia. María fue una discípula apóstol con un encargo único y a la que la iglesia no correspondió con un ministerio a sus seguidoras (Jn 20,18: Vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y Padre de ustedes, a mi Dios y Dios de ustedes). El rechazo y la sospecha de lo femenino es algo tangible en la iglesia y no se necesita a Dan Brown para probarlo.
Eclesiología: Constantino no creó el cristianismo, pero sí le dio forma a la iglesia. Si la iglesia repite características, lenguaje y aún símbolos del imperio romano es por una visón de poder y gloria que Constantino infundió en la iglesia de Cristo que debería parecerse más a la iglesia del Nuevo Testamento que a una organización política.
Me llama la atención la importancia que se le otorga a la obra de Brown llevada al cine, importancia e indignación que no provocaron en su debido tiempo otras películas como Stigmata (1999) y The body (2001) donde Hollywood igualmente sacó a relucir el tema de una conspiración de la jerarquía católica para impedir que algún descubrimiento salga a la luz. Pero, como en el caso de la obra de Brown los conspiradores tienen nombre propio, la reacción parece ser de los que se rasgan las vestiduras. Creo que hay más “indignación” velada por lo que Brown dice del Opus Dei que por la iglesia de Jesucristo. Si el dicho grupo católico aparece en la novela como una secta siniestra con prácticas de obediencia ciega, mortificación de carácter inhumano y fanatismo irracional entonces que la iglesia reflexione si es verdad o no que todavía se gestan en su seno organizaciones interesadas en detentar el poder, nombrar obispos y silenciar voces discordantes. A mí no me ofende si el Opus Dei es retratado con sombras de misterio, ese es el modo cómo han actuado en la iglesia desde sus raíces en el fascismo español. Brown me da la oportunidad para deslindarme de sectores eclesiales donde parecen prevalecer el poder, el dinero y las influencias.
Ojalá que los obispos no caigan en la trampa de confundir ofensas a la iglesia con ficciones inspiradas en el modus operandi de un grupo católico particular que actúa para lograr su propia gloria (ser reconocida jurídicamente como prelatura personal, canonizar a su fundador en tiempo récord, numerosos nombramientos episcopales y en la curia romana, arrogancia y extravagancia en su actuación, secretos y misterios, niveles de pertenencia según la procedencia social) y no la gloria de Cristo
Y si de rasgarse las vestiduras se trata algunos dirán: “Nos preocupa el pueblo pobre y poco educado porque no podrá reconocer en la película qué cosa es verdad y qué cosa es ficción”. Respondo a los ofendidos: ¿Por qué no se preocupan del pueblo pobre y poco educado en otras circunstancias como la injusticia social, la postergación histórica, la marginación y exclusión?
En su larga historia la iglesia ha definido las verdades de la fe motivada por herejías y desviaciones que se suscitaron en el camino. Que la obra de Brown o cualquier otra le permita revisar las nuevas estrategias con que iniciaremos una auténtica nueva evangelización y una reflexión teológica que incluya nuestra comunión con la humanidad.
Hugo Cáceres Guinet, cfc
2 Comentarios:
El Opus llegó a un acuerdo. Con un diego de la recaudación de taquilla, arreglamos.
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